jueves, 31 de julio de 2014

Buscando la sorpresa en apuestas deportivas.

Hay juegos en los que se puede atribuir a priori más probabilidad a un resultado que a otro. La quiniela de fútbol y las carreras de caballos son ejemplos de esta clase de juegos. En las quinielas, los resultados caseros predominan y los equipos con más presupuesto tienden a vencer a los equipos modestos. En las carreras de caballos, los caballos que han ganado antes en circunstancias parecidas tienen más probabilidad de vencer que los que nunca lo han hecho hasta el momento.

En estos juegos con unos resultados más probables que otros, el número de apuestas a los resultados que a priori son más factibles es mayor que el número de apuestas a resultados menos probables. Sin embargo, el pronóstico suele tener en cuenta, de forma consciente o inconsciente, que apostar por los favoritos implica un premio menor que apostar por los no favoritos. Esto lleva, en muchos casos, a apostar buscando “la sorpresa” confiando en que el posible premio mayor compensa la disminución de la probabilidad de ganar respecto a las apuestas a resultados más normales.

Existen estudios sobre apuestas deportivas en Estados Unidos (carreras de caballos) en los que se concluye que los apostantes sobrevaloran las apuestas sorpresa e infravaloran a los favoritos. Esto puede tener como efecto que el posible premio para los no favoritos no sea tan alto como lo esperado y que el posible premio para los favoritos sea mayor que la probabilidad de que los favoritos ganen el premio.

Podemos intentar explicar esto con un ejemplo sobre un hipotético partido de baloncesto.
Supongamos que los apostantes opinan que uno de los equipos tiene un 90% de probabilidades de ganar y otro equipo un 10%. De acuerdo con este porcentaje, el equilibrio estaría en que un 90% de los apostantes optasen por el favorito y un 10% por la sorpresa.
Supongamos que hay 100 apuestas. Si ganase el favorito, el total destinado a premios se repartiría en 90 partes (1,11% de premio para cada jugador). Si ganase el no favorito, los 10 ganadores cobrarían cada uno un 10% del importe destinado a premios.
En la práctica, debido a que es más jugoso optar por un premio mayor, se sobrevaloraría al equipo no favorito en las apuestas. Por ejemplo, de las 100 apuestas, 70 apostarían al favorito y 30 a la sorpresa. El premio para los que apuestan por el favorito se incrementa a 100/70=1,43% cada uno, mientras que si gana la sorpresa, cada uno de los ganadores consigue un 100/30=3,33% del premio. 
En juegos como la quiniela o el quíntuple plus, en que es difícil acertar todos los resultados, cada apuesta por un pronóstico que no consideramos favorito reduce nuestra probabilidad teórica de ganar un premio (siempre considerando que nuestra valoración de los resultados más probables es correcta).
Posiblemente la opción más práctica (pero también más cara) en este caso consistiría en hacer apuestas múltiples que cubran como base el pronóstico que creemos que es el más ajustado y añadan la posibilidad de distintas sorpresas. De este modo, si nuestro pronóstico se cumple, cobraremos (aunque sea poco). Si hay alguna sorpresa y la tenemos controlada, cobraremos (en este caso más).

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